Reducir la velocidad de la respiración, una y otra vez. El objetivo es crear con esta práctica una sensación de desaceleración, ralentizar el cuerpo y ralentizar la mente. Esta desaceleración puede ayudar a suavizar la intensidad de las emociones de amenaza mediante la activación del sistema nervioso parasimpático.
Experimentar el sufrimiento emocional en el cuerpo en un "ambiente seguro" (en presencia del facilitador).
Desarrollar en el observador (meta consciencia) la capacidad de observar pensamientos, sensaciones físicas y emociones, sin quedar atrapado en ellos.
Tomar distancia de los pensamientos.
Poder identificar pensamientos.
Balancear el sesgo negativo. “Somos como velcro para lo negativo y teflón para lo positivo”. Esta práctica invita a notar los aspectos positivos o agradables que nos suceden y darles más atención.
Recorrer sistemática e intencionalmente el cuerpo, atendiendo a las diversas sensaciones presentes en las diferentes partes a cada momento.
Cultivar la atención.
Sintonizar con el flujo natural de la vida.
Tomar consciencia del cuerpo y las sensaciones, todas aquellas que surgen del cuerpo y también las que son producto de la actividad mental. Se trata de conscientizar también el modo en que respiramos, sabiendo que en cada momento estamos respirando.